Discurso del tercer día

El Noble Sendero Óctuple: pañña—la sabiduría recibida, la sabiduría intelectual, la sabiduría experimentada—Los kalapas—Los cuatro elementos—Las tres características: la impermanencia, la naturaleza ilusoria del ego, el sufrimiento— Penetrando a través de la realidad aparente

El tercer día ha terminado. Mañana por la tarde entraréis en el campo de pañña, sabiduría, la tercera división del Noble Sendero Óctuple. Sin sabiduría, el camino queda incompleto.

Uno empieza el camino practicando sīla, es decir, absteniéndose de hacer daño a los demás; pero aunque no hagamos daño a los demás, uno se hace daño a sí mismo al generar impurezas en la mente. Por eso, uno comienza a adiestrarse en el samādhi, aprendiendo a controlar la mente y a reprimir las impurezas que hayan surgido. Sin embargo, reprimir las impurezas no las elimina. Permanecen en el inconsciente, allí se multiplican, y continúan causando daño a uno mismo. De ahí el tercer paso del Dhamma, paññā: ni dar rienda suelta a las impurezas ni reprimirlas, sino más bien permitir que surjan y que así sean erradicadas. Cuando las impurezas son erradicadas, la mente se libera de ellas. Y cuando la mente se ha purificado, sin ningún esfuerzo, uno se abstiene de acciones que hacen daño a los demás, puesto que, por naturaleza, una mente pura está llena de buena voluntad y compasión hacia los demás. Igualmente, sin ningún esfuerzo, uno se abstiene de aquellas acciones que le son dañinas. Uno vive una vida sana y feliz. Por lo tanto cada paso del camino debe conducir al siguiente. Sila conduce al desarrollo de sam±dhi, concentración recta; samādhi conduce al desarrollo de paññ±, sabiduría que purifica la mente; paññā lleva a nibb±na, liberación de todas las impurezas, la plena iluminación.

En la división de paññā hay dos partes adicionales del Noble Sendero Óctuple:

(7)Sammā-saṅkappa Pensamiento recto. No es necesario que se detenga todo el proceso del pensamiento para empezar a desarrollar la sabiduría. Los pensamientos quedan, pero cambia el patrón del pensamiento. Las impurezas al nivel superficial de la mente empiezan a desaparecer con la práctica de la atención en la respiración. En vez de pensamientos de avidez, aversión y decepción, uno empieza a tener pensamientos sanos, pensamientos sobre el Dhamma, el camino para liberarse uno mismo.

(8)Sammā-diṭṭhi: Comprensión recta. Esto es paññā real, comprender la realidad tal y como es, y no como parece ser.

Hay tres etapas en el desarrollo de paññā, de la sabiduría. La primera es suta-mayā paññā: la sabiduría adquirida al escuchar o leer las palabras de otro. Esta sabiduría recibida es muy útil para colocarlo a uno en la dirección adecuada. Sin embargo, por sí misma no puede liberar porque, de hecho, es sólo una sabiduría prestada. Uno la acepta como verdad quizá por fe ciega o quizá por aversión, por miedo a que si no se cree en ella se va al infierno, o quizá deseándola con la esperanza de que creyendo se va al cielo. En cualquier caso, no se trata de sabiduría propia.

La función de la sabiduría adquirida debe ser el conducirnos hacia la siguiente etapa: cintā-mayā paññā, comprensión intelectual. Racionalmente uno examina lo que se ha escuchado o leído para ver si es lógico, práctico, beneficioso; y si lo es, uno lo acepta. Esta comprensión racional también es importante, pero puede ser muy peligrosa si es considerada como un fin en sí misma. Alguien desarrolla su conocimiento intelectual y decide que, en consecuencia, ya es una persona muy sabia. Todo cuanto aprende sólo le sirve para inflar su ego; está muy alejado de la liberación.

La función precisa de la comprensión intelectual es conducir al siguiente estado: bhāvanā-mayā paññā, la sabiduría que se desarrolla dentro de uno mismo a través de la experiencia. Ésta es la auténtica sabiduría. La sabiduría recibida y la comprensión intelectual son muy útiles si inspiran y guían para dar el siguiente paso. Sin embargo, sólo la sabiduría experimentada es la que puede liberar, porque ésta es la propia sabiduría, basada en la propia experiencia.

Un ejemplo de los tres tipos de sabiduría: un médico receta una medicina a un enfermo. El hombre va a su casa y, dada la gran fe que tiene en su médico, recita la receta todos los días; esto es suta-mayā paññā. No satisfecho, el hombre vuelve a ver al médico y recibe una explicación de la receta, por qué es necesaria y cómo funciona; esto es cintā-mayā paññā. Finalmente, el hombre toma la medicina; sólo entonces la enfermedad desaparece. El beneficio se logra sólo con el tercer paso, el bhāvanā-mayā paññā.

Habéis venido a este curso para tomar la medicina, para desarrollar vuestra propia sabiduría. Para ello debéis entender la verdad a nivel de la experiencia. Existe mucha confusión porque la forma como las cosas aparentan ser es totalmente diferente de su naturaleza real. Para eliminar esta confusión, debéis desarrollar la sabiduría por medio de la experiencia; fuera del marco del cuerpo la verdad no se puede experimentar, sólo se puede intelectualizar. Por lo tanto, debéis desarrollar la habilidad de experimentar la verdad dentro de vosotros mismos, desde los niveles más burdos hasta los más sutiles, para liberaros de toda ilusión, de toda esclavitud.

Todo el mundo sabe que el universo está continuamente cambiando, pero no será de ayuda la simple comprensión intelectual de esta realidad; uno debe experimentarlo dentro de sí mismo. Quizás un hecho traumático, como la muerte de un ser cercano o querido le obliga a uno a enfrentar la dura realidad de la impermanencia, y empezar a desarrollar sabiduría, para ver la futilidad de luchar por cosas mundanas y de pelear con otros. Pero pronto el antiguo hábito del egoísmo se reafirma, y la sabiduría se desvanece, porque no estuvo basada en la experiencia directa, la experiencia personal. Uno no ha experimentado la realidad de la impermanencia en su interior.

Todo es efímero, surgiendo y desapareciendo a cada momento, --aniccā; pero la rapidez y la continuidad del proceso crean la ilusión de la permanencia. La llama de una vela y la luz de una bombilla eléctrica están cambiando constantemente. Si uno puede detectar con sus sentidos el proceso de cambio, tal como es posible en el caso de la llama de una vela, entonces uno puede salir de la ilusión. Pero cuando, como en el caso de la bombilla eléctrica, el cambio es tan rápido y continuo que los sentidos no lo pueden detectar, entonces es mucho más difícil romper la ilusión. Uno puede detectar el cambio constante en el río que fluye pero, ¿cómo comprender que la persona que se está bañando en él está cambiando a cada instante?

La única manera de acabar con la ilusión es aprender a explorar el interior dentro de uno mismo, y experimentar la realidad de nuestra propia estructura física y mental. Esto es lo que Siddhattha Gotama hizo para llegar a ser un Buddha. Dejando a un lado toda idea preconcebida, se examinó para descubrir la verdadera naturaleza de la estructura física y mental. Comenzando desde el nivel superficial, el de la realidad aparente, penetró hasta el nivel más sutil, y descubrió que toda la estructura física, todo el mundo material, está compuesto de partículas subatómicas, llamadas en Pali attha kalāpa. Descubrió que cada una de esas partículas consta de los cuatro elementos (tierra, agua, fuego, aire) y de sus características correspondientes. Descubrió que estas partículas son los pilares básicos de la estructura de la materia, y que están surgiendo y desapareciendo constantemente, con gran rapidez, trillones de veces por segundo. En realidad no existe solidez en el mundo material; éste no es más que combustión y vibraciones.

Los científicos modernos han confirmado los descubrimientos del Buddha y han probado experimentalmente que todo el universo material está compuesto por partículas subatómicas que surgen y desaparecen rápidamente. Sin embargo, esto no ha liberado a los científicos del sufrimiento, porque su sabiduría es sólo intelectual. A diferencia del Buddha, no han experimentado la verdad directamente dentro de ellos mismos. Sólo cuando uno experimenta personalmente la realidad de la propia impermanencia, empieza a salir de la desdicha.

A medida que la comprensión de aniccā se desarrolla dentro de uno mismo, surge otro aspecto de la sabiduría: anattā, no "yo", no "mío". Dentro de la estructura física y mental no existe nada que dure más de un momento, nada que uno pueda identificar como un yo o un alma inmutable. Si hay algo realmente "mío", entonces uno debe ser capaz de poseerlo, controlarlo, pero de hecho uno ni siquiera tiene dominio sobre el propio cuerpo. Está constantemente cambiando, decayendo, a pesar de nuestros deseos.

Luego se desarrolla el tercer aspecto de la sabiduría: dukkha, sufrimiento. Si uno trata de poseer y de retener algo que está cambiando más allá de su control, entonces uno está confinado a crear su propia desdicha. Normalmente, uno identifica el sufrimiento con experiencias sensoriales desagradables, pero las experiencias agradables también pueden ser causa de sufrimiento si uno desarrolla apego a ellas, ya que también son igualmente impermanentes. El apego a aquello que es efímero está abocado a terminar en sufrimiento.

Cuando la comprensión deaniccā, anattā y dukkha es fuerte, esta sabiduría se manifestará en la propia vida cotidiana. Así como uno ha aprendido a penetrar en su interior más allá de la realidad aparente, igualmente uno podrá ver en las circunstancias externas, la verdad aparente y también la verdad última. Uno se libera de las ilusiones y vive una vida saludable y feliz.

Muchas ilusiones son creadas por una realidad aparente, consolidada e integrada. Por ejemplo, la ilusión de la belleza física. El cuerpo parece hermoso sólo cuando está integrado. Cualquier parte del mismo, vista por separado, carece de atractivo, de belleza, asubha. La belleza física es superficial, es realidad aparente; no es la verdad última.

Sin embargo, la comprensión de la naturaleza ilusoria de la belleza física no conducirá a odiar a otros. A medida que surge la sabiduría, la mente, de forma natural, se vuelve más equilibrada, más desapegada, más pura y llena de buena voluntad hacia los demás. Habiendo experimentado la realidad en uno mismo, uno podrá salir de la ilusión, de la avidez y de la aversión y podrá vivir una vida apacible y feliz.

Cuando comiences a practicar Vipassana mañana por la tarde, darás tus primeros pasos en el campo de paññā. No esperes apenas comiences, ver surgir y desaparecer por todo el cuerpo las partículas subatómicas. No, uno empieza por la verdad burda, aparente y, en la medida en que se permanece ecuánime, gradualmente se penetra en las verdades más y más sutiles, hasta llegar a las verdades últimas de la mente, de la materia, de los factores mentales, para finalmente alcanzar la verdad última que se encuentra más allá de la mente y la materia.

Para conseguir este objetivo, uno mismo debe trabajar. Por lo tanto, mantened fuerte vuestro sīla, porque ésta es la base de la meditación, y continuad practicando Anapana hasta las tres de la tarde del día de mañana; seguid observando la realidad en la zona de las fosas nasales. Continuad afilando vuestra mente, de forma que cuando empecéis mañana con Vipassana, podáis penetrar hacia los niveles más profundos y erradicar las impurezas allí escondidas. Trabajad con paciencia, persistencia, continuidad, para vuestro propio bien, para vuestra propia liberación.

Que todos vosotros tengáis éxito en los primeros pasos en el camino hacia la liberación

¡Qué todos los seres sean felices!